Más conocido como Dani el Rojo o El Millonario, lo que se dice de él en internet es, básicamente, verdad. Daniel Rojo es un ex atracador de bancos y ex adicto, narrador y escritor, catalán. Estrella de todos los festivales de literatura negra porque, como él lo dice, es casi el único que sobrevivió para contarlo (y desde fuera de la cárcel). Esta entrevista puede tener las palabras, pero no conserva el ritmo ni el fluir de la voz de un narrador nato.
¿Te gustaba leer de chico?
Sí.
¿Qué leías?
Por supuesto empecé con los tebeos, luego empecé con los comics. Los tebeos son tiras cómicas, por ejemplo Mortadelo y Filemón. Eran dibujitos, pero ya empezabas a leer. Luego, cuando murió Franco, en el `75, `76, esos tebeos pasaron a llamarse comic. Entonces ya se empezaba a hablar de ciencia ficción, y ya eran mucho más de leer. Piensa que en España las fronteras culturales estaban cerradas, no dejaban publicar libros de nada, había una censura total, sólo se publicaba lo que quería Franco. Entonces claro, de golpe y porrazo, cuando muere Franco, empieza a venir toda una cultura underground anglosajona y de América. Y yo te puedo decir los primeros libros que leí: Junkie de William Borroughs, El almuerzo desnudo también, por supuesto; Bukowski... Pues claro, me empezaron a entrar todas estas lecturas y todo me hablaba de morfina, heroína.
¿Te afectaron?
Pues sí, claro, me afectaron (risas). También creo que en esos primeros momentos cuando empecé a conocer el placer de la lectura me metí mucho en el esoterismo, sobre todo también en la cultura oriental. Al ser occidental y venir de un país católico, quise conocer otras culturas. Y después donde me enganché a leer del todo: en la cárcel. Me enganché con La conjura de los necios.
Nunca lo terminé de leer…
No me jodas. Ya es un clásico, pero cuando yo lo leí, lo pensé: “Este libro va a ser un clásico de acá a veinte años”. Ya cuando cogí la primera página y me leí como describe a Ignatius Reilly, ya empecé a descojonarme de risa. Hasta entonces en la cárcel había leído y me gustaba porque me evadía. Me metía en una novela, aunque fuera de Sven Hassel, Prisión GPU, novela barata, pero me iba, estaba allí, no estaba más en la cárcel. Pero entonces me leí La conjura de los necios y me leí a Tom Sharpe, un escritor inglés que era descojonante. Yo soy de reír, pero es con sus libros con que me he reído más: El bastardo recalcitrante, El idiota compulsivo, tiene unos libros que los lees y te mueres de risa.
Entonces te enganchó la lectura como forma de evasión mental de la cárcel
Mira, de joven yo era durillo, ¿vale? Y las cárceles eran durillas. Pues bueno, me gané siete meses en Artículo 10. Artículo 10 es estar preso en la prisión, te meten 23 horas cerrado. Sólo sales una hora diaria al patio, no sabes nunca a qué hora, porque sòlo sales tú al patio, no puedes salir con otro compañero. Pueden ser las 4 de la tarde o las 3 de la mañana, una hora al día. Hay muchos presos y todos salimos una hora, y uno solo por vez en el patio. Entonces yo, en aquellos siete meses, le dije al bibliotecario: “Sólo tráeme libros de más de mil páginas”. ¡Me leí cada tostón! Libros buenos de mal de mil páginas también he leído. Pero en esos siete meses de Artículo 10, como ya no tenía títulos buenos, pedía cualquiera que tuviera más de mil páginas. Y me los leía en nada, en un rato. Me he leído todos los libros que han entrado en mis manos. No he abandonado ninguno.