Cuando vamos a una tienda para adquirir cualquier producto, solemos tener en mente que tendremos la posibilidad de acceder a dos formas de pago básicas: el pago en efectivo y el pago con tarjeta bancaria.
Pero además, existe otra subdivisión comercial en la que no solemos pensar a la hora de adquirir objetos cotidianos o asequibles, pero sí cuando los objetos en cuestión exceden de cierta cifra, normalmente los 100 o los 150 euros. Hablamos, entre otros ejemplos, de televisores y aparatos de electrónica, electrodomésticos, muebles, etc. Entonces no solo tenemos la opción de pagar con dinero físico o tarjeta, sino también en un solo pago directo o a plazos.
La gestión de la inversión realizada en el producto que deseamos comprar depende solo de nosotros, pero deberíamos ser precavidos siempre y seguir el consejo más lógico y simple de todos: hay que meditar bien qué queremos comprar, dónde lo vamos a comprar y cómo afecta esa compra a nuestra economía personal. Por ejemplo, debemos tener muy en cuenta si la adquisición es un capricho por el cual podemos esperar hasta entrar en una etapa de bonanza breve o no, o si es una necesidad básica, que es lo que suele ocurrir cuando se nos estropea una lavadora, una nevera o un ventilador en pleno verano.
Eso influirá, por ejemplo, en si queremos usar parte del dinero de nuestra nómina, nuestros ahorros y tal vez solicitar préstamos rápidos sin nómina. Sin embargo, para tomar esa decisión antes debemos hacer otra cosa: analizar con paciencia y munuciosidad las ventajas comerciales que ofrecen las distintas tiendas en las que queremos informarnos. ¿Hay alguna en rebajas o con un abanico más amplio de ofertas? ¿Alguna otra ofrece tarjeta cliente con descuentos a cambio de un módico precio de suscripción? ¿Hay tiendas online con gastos de envío gratis a partir de cierta cantidad?
Una vez escogida la opción más segura y asequible de todas, podremos hablar de ahorros o de prestamistas. Así, la compra no supondrá, o no debería, un duro golpe para nuestra economía doméstica. Para comprar, como también para vender, hay que tener cabeza.