Cuando gestionamos nuestra propia vivienda en solitario, lo tenemos relativamente fácil para ahorrar. Al fin y al cabo, solo tenemos que tener en cuenta nuestra propia renta y nuestros ingresos mensuales.
Al mismo tiempo, nosotros sabemos, como individuos, cuánto consumimos y qué podemos permitirnos ahorrar. Es decir, sabemos qué necesitamos añadir a la cesta de la compra y qué podemos eliminar, cuánto podemos ahorrar en electricidad y cuánto no, y de qué manera podemos adaptar nuestros hábitos en gasto de agua para no parar más de lo necesario.
Por esa razón, vivir solos no es tan mal negocio como muchas personas piensan. Incluso en casos de problemas inesperados, podemos decidir sobre la marcha emplear créditos rápidos sin esperar al consentimiento de ninguna otra persona.
Pero ¿qué ocurre cuando vivimos con otras personas y, además, esas personas no son nuestra pareja o nuestra familia? Es el caso de las personas que comparten piso, que tristemente son numerosas en los tiempos de escasez económica y precios de alquiler desorbitados que estamos viviendo.
Cuando compartimos piso, los gastos de alquiler y las facturas se dividen entre dos, tres o más personas, dependiendo del total de compañeros de piso que tengamos. Mientras más gente haya, más complicado será ponerse de acuerdo.
Ahorrar de manera efectiva en estos casos pasa inevitablemente por hacer reuniones esporádicas. Es recomendable una al mes, pero puede ser menos tiempo si la simbiosis entre casero e inquilinos es positiva.
Lo que sí resulta indispensable es hacer una reunión inicial en la que se pongan en común, y a ser posible por escrito, las condiciones. Lo ideal es que los gastos se dividan siempre a partes iguales. En cuanto al alquiler, nunca ofrezcamos habitaciones por debajo de su valor real, será contraproducente si el alquiler es caro.
En cuanto a las contingencias inesperadas, podemos asumir como caseros la responsabilidad de invertir préstamos rápidos, o podemos indicar a los inquilinos que inviertan al menos un 5% o un 10% en un fondo de ahorros común para contingencias. Hay opciones y la convivencia, desde el punto de vista del ahorro, puede ser armónica.