Nunca he visto papel alguno dentro de una botella, aunque ayer paseando por la arena de la playa embravecida, encontré un sapo, (es un tipo de pez) en el vientre de vidrio de una mahou tres estrellas. Flotaba entre olas rompientes. No pregunten como había logrado entrar por el cuello angosto. Tampoco quise sacarlo de su nuevo hábitat, tal vez consideró a la botella sumergida una cápsula espacial, o una nao aerodinámica, acuaodinámica más bien. Así que volví a lanzar la tres estrellas contra el oleaje incesante. Pienso que menuda suerte la mía, pude encontrar un mensaje en el interior de una botella... pero no de náufrago, ni de enamorado, ni de amante desconsolada. Ha sido una puta botella de tercio abierta y habitada por un pez cabezón, baboso y feo. Un pez, que, igual que mi vida detenida, no portaba ningún mensaje. Es sencillo, en su supina estupidez había caído dentro de una trampa artificial.