En los países latinoamericanos, aunque no es exactamente a Latinoamérica a la que le pasa esto, estamos acostumbrados a tener la moda atrasada.
Los líderes del mundo están en Europa o Nueva York, antes que nuestro clima se acomode, ya sabemos qué se va a usar en la próxima estación.
Desde cierto punto de vista, es mejor, pues mientras otros gastan en diseñadores, ideas, el picante con que se condimentará los usos, a nosotros no nos cuesta nada, entonces, por qué no dejar que sean los otros los que piense, nosotros los que copiamos.
El tema se está volviendo más complejo, porque eso que se llama copia, ahora, que ya dimos la idea, la usan los países cuyos costos son aún inferiores, lo ahorran en la mano de obra.
Es así que el escalón baja cada vez más.
Antes, una idea, tenía una valor, ahora, ese valor está incrementado por todo lo que hay que hacer para proteger esa idea.
Es así que hay registros de la más mínima pavada, y todas las pavadas tienen que ver con la imagen.
La industria de la moda se fagocita a sí misma, en la búsqueda de la exclusividad se quema mucha energía, dinero y sobre todo, se sacrifican personas.
Sin embargo, el éxito está asegurado, por qué, porque somos mujeres, pensé en alguna ocasión.
El caso es que una vez que generamos la revolución femenina, no sólo abrimos una puerta que muchas quisieran cerrar y la mayoría no, sino que es una puerta de doble bisagra, del otro lado, los hombres, observaban nuestra, aparentemente simple, forma de ver la vida, de disfrutarla, eso que ellos llaman liviandad, banalidad, y adivinen qué pasó: encontraron que tenemos razón, que la vida, bajo la obsesión del machismo, bajo la carga de proveer y sobre todo bajo el yugo de la mujer, era absurda, y que se pasaban la vida bajo ese concepto mientras nosotros además de pelear por la independencia, los derechos, seguimos disfrutando de esa porción material de tener la mejor ropa, el adelanto de la próxima colección o tan siguiera gastar una fortuna por tener esa piel que ellos miran.
Chicas, ahora, además de los diseñadores de modas, con quien nos identificamos por relación de gustos, nosotras también tenemos que defender nuestros espacios de frivolidad, porque si bien aprendimos a disfrutar de eso, no viene incluido en ello una pareja que opina sobre el color de nuestro cabello o nos pide recomendación sobre cuál es la mejor marca de pantalones.
No, no, sepan que defendemos nuestra frivolidad y que es un espacio que sólo nosotras nos podemos permitir.
No nos gustan las feminizaciones masculinas que viene avanzando.
La moda, para las musas, oda a las mujeres, hombres abstenerse.