Relatos, literatura, literatura latinoamericana, Ana Abreg??, escritora argentina, metaliteratura, revista de literatura.
El amor es una combinación química con el objeto de reactivar sensaciones que induzcan a la copulación.
Hay dos vías en el logro del objetivo, las intenciones, las razones; para las razones, las señales son la consecución del objetivo, con el mero placer de la propia satisfacción, las intenciones, son razones a largo plazo, hay una medida con pequeños logros para obtener un beneficio ulterior.
Ambas situaciones van de la mano de ofrecer un poco, para recibir más.
Durante años se estuvo manipulando el sentido del amor para conseguir por parte de cada género objetivos que benefician al otro sexo.
Las mujeres, más astutas en el arte de manipular, tuvieron que ser encapsuladas, anuladas por la fuerza bruta, engañada con represión mediante el método de la religión, el pecado, la dignidad; mientras ellas usan el método de la provocación, si no pueden conseguir lo que quieren ofrecerán suficientes señales como para explicar del modo sutil que puede cambiar de monta cuando quieran, entre otros trucos, más o menos efectivos.
De una u otra manera, las tácticas de los géneros los define un poco, y cada uno está preparado con cierto andamiaje de reacciones, más o menos efectivas, pero sin sorpresas.
Se gana o se pierde, y cada batalla prepara para la próxima.
Sin embargo, como suele ser la realidad, hay excepciones, los géneros tienen la posibilidad de transmutar, mutar, modificarse, torcerse, y algunos hombres pueden actuar como mujeres y viceversa.
Es como zapato izquierdo en pie derecho, molesta, no funciona, el sistema colapsa en algún momento.
Cuando las herramientas que tenemos para enfrentar el menjunje químico del amor es pobre frente a la diversidad que nos presenta la realidad, la mezcla produce explosión, aparecen los rechazos, la discriminación.
Mientras tanto, el mayor laboratorio químico, el cerebro, realiza su mejor trabajo: fabricar razones para los peores actos, sin los cuales la supervivencia no es posible.
Para cada acto barbárico cometido por falta de herramientas para afrontar, ya sea química, física y mayormente en experiencia, el cerebro fabricará razones para sobrellevar la situación.
Es de esperar que en el futuro, cuando se comprenda los mecanismos de esta actividad, se consiga una simple vacuna para paliar los efectos.
Imagino una vacuna que elimine las consecuencias del amor, las buenas y las malas, las que provocan dolor o las que provocan placer, tal sería la medicina para evitar a su vez, la discriminación.
Tal vez en ese futuro, hombres y mujeres serían indistintos para el amor.