Relatos, literatura, literatura latinoamericana, Ana Abregú, escritora argentina, metaliteratura, revista de literatura.
Así estábamos ese día. Así, tu nariz se ve como una pirámide ceremonial, desproporcionada sobre la cara. Esta es de algo así como un año después, ya se nota la intromisión, puede pasar desapercibido, porque hay tanta gente que nadie pareció notarlo.
En ésta, la foto se hace espesa, te sumergió en la página incriminándote, vos estás flotando como una burbuja, proclive al puro bronce del verano.
En esta otra ocurrió lo del encefalograma plano, quedó como un mal funcionamiento, vos, riéndote y ya tenías más dientes que en esta otra, de un año antes.
Cuando todos comenzábamos a tener agujeros, caminábamos más prudentes, por la calle y entre opiniones, más maduros, vos te fuiste silenciando, como si eso te borrara de nuestras memorias.
Aquí ya estás con las mejillas de goma espuma, la cara como dulce de leche, como un durazno, listo para ser consumido.
Mientras nosotros nos vamos secando, partiendo, abollándonos, reconstruyéndonos cada vez entre paréntesis más escuetos, deshaciéndonos con languidez, vos evolucionás hacia atrás, con una sonrisa que no delata lo vivido, fingiendo que la naturaleza se olvidó de vos, que te circula en forma transversal, que vos te volviste inmune a los achaques.
Pero ahora, en cuanto lleguen, y te vean como te veo ahora, te extraerán ADN para averiguar a quién maté, espero que a alguien se le ocurra averiguar cómo es que te mantuviste siempre tan lozano, siempre tan infiel, encontrarán, quizás, un cuadro con un monstruo, un contrato con Lucifer, en todo caso, una advertencia, una proclama, hacer tratos para sostener la juventud no significa acceso a la inmortalidad.