Ya van casi dos años. No dejo de pensar en esa aterradora brutalidad, ni en esa absoluta desprotección, y mucho menos en esa intimidante sociedad machista.
Miro mi celular. Ya cambié tres veces de SIM pero quizás, por esa inocente maravilla de la sincronización de google, mi agenda de contactos me sorprende. Busco si aún tengo el teléfono del hermano de Liliana. No lo tengo.
Busco el de Lucy, su mamá. Ahí aparece. “Lucy mamá Liliana femicidio V31”. Si, todo eso. ¿Qué pensaba cuando lo agende ese primer día? Que me iba a olvidar de quién era? Que iba a ser una estadística? Un número más de “1 femicidio cada 23hs”? Nunca me iba a olvidar de Liliana ni de lo que significó y representó para mi.
Me acuerdo de ese domingo 17 de marzo. Estaba tirada en el piso del living, con Sandro encima mío - uno de mis perros -, cuando me llega un mensaje de P. diciéndome que habían matado y desmembrado a una vecina del barrio. A una vecina que vendía café a 150 mts. del espacio donde yo trabajaba como coordinadora de justicia y géneros. Que habían cortado su cuerpo con una amoladora, Que vivía en la casa 211, en la manzana 110 del Barrio 31 con su hija de 8 y su hijo de 11 años. Que era una mujer como yo, como mi colega, como P. que me mandaba ese mensajito para decirme que vaya en cuanto pueda.
Menos de dos horas pasaron antes de ver la noticia en todos los medios de comunicación. Era de esperarse. Un caso así, plausible de llenar y rellenar con innecesario amarillismo sus páginas no iba a pasar desapercibido.
También iba a generar mucha furia, mucha unión y sororidad, mucha indignación y mucho empuje. Esa misma fuerza que viene llenando la Plaza del Congreso y Plaza de Mayo hace tantos años consecutivos se iba a hacer presente sin dudas, una vez más.
Pensé, quizás, al ser tan polémico y tener tanta repercusión, Agustín y Giovanna, quienes habían quedado sin mamá, tendrían más ayuda de los servicios sociales y del sistema judicial, al menos en lo que respecta a la ayuda económica. Sabía que desde la “Casa de las Mujeres” se los estaba acompañando.
Ese mismo lunes 18, me pude contactar finalmente con el hermano de Liliana por whatsapp. Me indicó que al día siguiente viajaban para Buenos Aires. Sin un centavo. Con el corazón destrozado. Pero tenían que venir y tenían que buscar a sus sobrinos que estaban bajo el cuidado de su abuela paterna.
Unos días después hablé con Lucy Ayala, la mamá de Liliana quien ya estaba en Buenos Aires. Ella paraba en la casa de otra vecina, intercambiamos varios mensajes, pero lamentablemente, nunca coincidimos.
Hoy viernes 19 de febrero, me encuentro rememorando esa sensación áspera. Me encuentro releyendo los diarios de esos días, la infinidad de notas, la agobiante espera hasta que Waldo Servian Riquelme, 50 días después, se entregó en Paraguay.
Le volví a escribir a Lucy. Me volví a presentar porque suponía ya ni se acordaba quien era, de la cantidad de gente que le habló en esa semana de marzo de 2019. Quería saber cómo seguía todo y ver si algo podía hacer para ayudarla a avanzar con el beneficio de la Ley Brisa, que para los que no la han escuchado nombrar, es la que establece que los hijos y las hijas de mujeres víctimas de femicidio o de homicidio en contexto de violencia intrafamiliar y/o de género deben ser protegidos y les da derecho a recibir una reparación económica mensual, a tener una cobertura integral de salud y a ser acompañados de manera integral durante su crianza.
La reparación económica no es que fuera demasiada, (equivale a una jubilación mínima) pero al menos con eso, se garantizaría que Giovanna y Agustín estuvieran bien y que Lucy, su abuela, por más que estuviera devastada, tuviera algún sustento material para mantenerlos, ya que trabajando en una verdulería, no obtendría lo necesario para darles todo lo que necesitan.
La respuesta fue negativa como imaginaba. No cobraba ningún subsidio, y tampoco le habían entregado aún la casa de su hija ya que se encontraba en el marco de la investigación del proceso penal (casi dos años después).
Nunca le habían dado ninguna reparación económica ya que, después de luchar por el cuidado personal de sus nietos, los llevó a Paraguay, donde tenían una casa y sobre todo, contención familiar para sobrellevar la tragedia, pero esto no se tuvo en cuenta. ¿Donde estaba el acompañamiento INTEGRAL de la Ley Brisa, me pregunte?.
El 15 de marzo se cumplen 2 años desde el femicidio y, el subsidio de la Ley Brisa se deja de pagar unos días después (cuando los menores están más de 2 años fuera del país se cancela). Con lo cual, el subsidio se va a extinguir, antes de que siquiera lo hayan podido percibir un solo mes. Tampoco reciben nada en Paraguay, porque son Argentinos.
En marzo 2021 Lucy tenía que viajar a Argentina con motivo de presenciar el juicio de Servian Riquelme. Por la pandemia todo se sigue demorando y posponiendo. Ella sigue sin recuperar la casa de su hija, sin poder alquilarla ni generar algún ingreso con ella.
Hoy ya no es Liliana, pero es Úrsula, y mañana va a ser Romina, y pasado va a ser Natalia, y traspasado puedo ser yo, podés ser vos, o puede ser esa amiga que salió a gritar enfurecida el nombre de Martinez en la comisaría y la respuesta fue una bala de goma en su ojo.
Realmente se tiene que terminar.
Esto no es sólo una nota, un desahogo, un manifiesto. Esto es una oportunidad para que cualquier persona que quiera ayudar a Lucy y a sus nietos, se contacte y puede hacer una donación que ella obtenga para mantener a Giovanna y Agustín.
Dejo los datos de la cuenta de Hernán de la Cruz, amigo de la familia Gonzalez y persona de ultra confianza de Lucy que se comprometió a reenviarle por giro a Paraguay lo que juntemos en Argentina.
No importa si son $100, $500 o $5000, todo suma .
Argentina: Cuenta de Edgardo Hernan Cruseño - CBU: 01400031103509553898014 Alias: COSMO.VELERO.ESTE - CUIT 20-31773965-7
Paraguay: Es posible escribirle directo a Lucía Ayala para hacerle un giro. Dejo mi correo electrónico a través del cual les podré facilitar su contacto.
Gracias,
Lucia Santana
luciasantana.arg@gmail.com
