Novela negra en acción
Ana Abregú escritora argentina
Literatura, relatos, crítica literaria, literatura latinoamericana

Si bien en Argentina hay tradición respecto al género, casi todos los escritores argentinos  han mostrado interés en este género, un poco como un desafío; los componentes de la novela negra siempre parecieron esquivos para los sistemas políticos o económicos de Latinoamérica, marcada por el signo político de dictaduras, pobreza y marginación, colocar componentes de investigación, quizás heroísmo, es un poco arriesgar un condimento, probablemente indispensable para el género: la verosimilitud.

Ricardo Piglia, uno de nuestros escritores emblemáticos en el género, ha sorteado la situación creando un personaje con la profesión necesaria como para cubrir las cualidades de un investigador, el periodista. Su personaje Emilio Renzi, sorteó los obstáculos y desafíos del género para imponerse; en el imaginario de Ricardo Piglia, su personaje comenzó una zaga interesante, seguida por muchos lectores, trascendiendo como vehículo atractivo para el desarrollo de teorías literarias, como si fuera un hallazgo que abrió una puerta.

En otros relatos, se han tomado figuras como hackers; no con buenas construcciones, en esa dirección el único personaje que encuentro legítimo, es el de la zaga de Larson, Lisbeth Salander, no por considerarme experta en hackers, sino porque soy una escritora que pertenezco a ambos mundos, el tecnológico y el literario, y mi conocimiento sobre tecnologías condiciona mi criterio.

Esta doble “personalidad” me permite distinguir actitudes muy propias, y es a su vez un impedimento, aunque la verosimilitud no es un recurso literario y ninguna opinión crítica debería tenerla en cuenta, no deja de ser un punto a favor en el género novela negra, un punto distintivo. Si el personaje investigador es verosímil, la trama gana.

En la literatura latinoamericana, recurrimos a mezclas de género y armamos rompecabezas de pistas entre diferentes personaje, bajo la óptica de no poder concentrar en un único héroe las consecuencias de la trama, y sobre todo en la literatura del “yo”, cuando contar en primera persona conspira contra la sensación de posibilidad fáctica; la transición de personas hacia la cultura del millenials, su cultura, la forma de ver el futuro, está en constante tensión con la convivencia con la generación  de no nativos tecnológicos, y así parece notarse en las modalidades de lectura y reflexión sobre la literatura.

La novela negra con sus arquetipos bueno, malo, criminal, detective, espacio geográfico de ciudades se ha desarticulado, el espacio ahora, además, es virtual, los asesinos no sólo se esconden en ciudades, o sino detrás de construcción de ciudades, murallas virtuales, IP, direcciones de conexión y tienen acceso a la  información, sin necesidad de ser policías, o detectives, o siquiera tener que ver con la ley, abogados, etc.

El género policíaco, que da origen a la novela negra, procede de puntos de vistas y clasificación entre personajes; ya se ha paseado por casi todos los puntos de vistas desde el que se puede narrar un hecho criminal, desde el investigador, desde el delincuente, desde la víctima, desde testigos; e incluso torciendo el tiempo, de atrás para adelante, al revés, por episodios sin orden, secuenciales, etc. Qué puede aportar la actualidad para proponer algo nuevo: el espacio.

Los cambios de espacio ya se han intentado, por ejemplo, ya hay relatos de Jack, el destripador, trasladado en el tiempo, hacia adelante, hacia el futuro, hacia atrás; las nuevas ficciones, hacen del espacio un personaje más, difícil de gestionar, porque el trasladarse en la línea temporal, es un elemento de la ciencia ya transitado, pero la virtualidad actual, propone un traslado en el espacio, y en la actualidad; que propone una paradoja, que en la física Einsteniana el espacio es tiempo, y viceversa.

¿Podemos atravesar dimensiones, sin estar atravesando el tiempo?, es una pregunta que me hago; y volviendo al tema, habrá que ver cómo se resuelven los problemas que plantea la novela negra cuando ya es posible imaginar que todo se registra, que siempre hay una huella electrónica, que todo puede saberse, y sin embargo, en la realidad de países como el nuestro, aún ha asesinatos reales de los que no se sabe nada, o se sabe todo y la trama es precisamente lograr que no se sepa nada.

Es decir, cuando la novela negra ha incursionado en todos los puntos de vistas, ha narrado desde todos los narradores, actores en la trama, me parece que falta el relato sobre cómo lograr que no se encuentre ningún resultado a pesar de tener todas las pistas.

En mi persona imaginario, esa trama ya se ha escrito, se llama “El caso Nisman”.

 

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Ana Abregú.

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