Cuando era chico, me acuerdo, en la serie el Zorro del cual era fanático, había un capítulo en el que se robaban las joyas de la iglesia. El asunto era un crimen contra Dios, contra los hombres, contra la ética, contra la moral; en la serie podías matar un mexicano, pero nunca robar las joyas de la iglesia.
También pasaban otras cosas que no quiero manchar en mi recuerdo, pero esa es otra historia.
Un diferencia entre la generación que creció con el Zorro, en comparación con una generación que creció con Heman, hace la diferencia de la consideración de delitos.
Se están robando las joyas de las iglesias.
En el mes, dijeron los noticieros por tv, se robaron en dos iglesias. No sólo es esto curioso, sino que los principales diarios no parecen haberle dado importancia a la noticia y no se publicó.
Nos enteramos por los noticieros de la tv.
A los cacos ya no les importa nada y ni siquiera hay relevancia en las noticias, las agresiones a escolares, explosiones de tiros, extrañas invasiones a edificios, verdaderos raids de delitos apagan cualquier noticia.
Los cacos nuevos, crecieron en la generación llamada Y, la de nativos digitales, piensan diferente igual que los niños con mejores recursos, cuyos juguetes son las tablet.
Cuando yo era chico no tenían que retarme para que no viera tv, había poco para niños y en pocas horas que había que aprovechar.
Ahora, hay de todo, a toda hora, pero los chicos no están mirando la tv, están jugando con la computadora.
Los ladrones evolucionan con su sociedad.
Y nosotros, los inmigrantes a la era digital, estamos en el medio estupefactos frente a ambas situaciones.
Los niños están acovachados detrás de los juguetes electrónicos, y los cacos, refinando sus métodos para conseguir lo que sea.
Es para preocuparse, por ambas cosas, por los niños y por los cacos. Y nuestra generación en el medio rodeada.