Sociedaccion, publicación de artículos gratis, participación ciudadana, notas de prensa
  Usuario: Clave:    
   
 
Publicación de artículo gratis
Documento sin título
Llegó el futuro, sólo que no lo encuentro.   por    
Documento sin título
 
Documento sin título
 
Documento sin título
Home
DaniloAlberoVergara 1/2/2025 5:56:53 AM
DaniloAlberoVergara
Un cuento de navidad gore
Danilo Albero Vergara Escritor argentino
votos 0 comentarios 0 enviar vínculo a un amigo
Tags literatura literatura hispanoamericana escritores latinoamericanos literatura latinoamericana Danilo Albero Vergara escritor argentino ensayos literarios novelas argentinas
 
Literatura latinoamericana, ensayos literarios, relatos, literatura hispanoamericana
 

Miércoles 1 de enero 2025. En vísperas de Navidad y la sucesión de películas alusivas al tema que trasmitieron por televisión avivaron la poca importancia que le doy a la fiesta y su tradición. Mis padres eran comunistas línea Moscú, estalinistas hasta la médula y ateos, por lo tanto, Navidad y Reyes eran fiestas burguesas; no obstante, los regalos de Reyes se cumplieron de manera religiosa -valga el oxímoron-, aunque sin pesebre navideño; ni hablar de Papá Noel; invención del capitalismo norteamericano y, para más inri con los colores de Coca Cola, gaseosa fundamental para elaborar el Cuba Libre.

Sin embargo, en las oportunidades en que pasábamos las fiestas de fin de año en casas de mis tíos en Santiago de Chile, tuve oportunidad de ver el árbol de Navidad junto con el pesebre. El “Viejito Pascuero”, como lo llamaban en Chile, y Reyes Magos pasaron a ser parte de mi escaso interés por el tema y la narrativa relacionada con ambos -salvo los regalos-. A partir de mi adolescencia, más por razones sociales y salidas después de medianoche, empecé a pasar las fiestas de Navidad en la casa de amigos.

El lunes 16 de diciembre leí en un periódico por Internet cuentos de navidad de compatriotas y recordé otros, algunos sobrevalorados en mi pobre opinión -una de mis magras virtudes es no bailarle el agua a nadie-; caí en la cuenta de que, en la narrativa nacional, el tema historias de Navidad de esa antología no brillaba con la intensidad de la estrella de Belén. Pero este universo narrativo no es patrimonio de escritores argentinos y recordé dos textos que perviven en mi memoria y biblioteca.

Los rastreé por los estantes y, en la búsqueda, evoqué “películas navideñas” que me gustaron: Gremlins, Pesadilla antes de navidad -bellleza de dibujo animado gótico-, Mi pequeño angelito, y Algo para recordar, en la versión de Meg Ryan y Tom Hanks -romántico reencuentro en la terraza del Empire State-. Como si fuera un atracón navideño releí “Auggie Wren's Christmas Story” (Cigarros) -insuperable versión fílmica con el féerico final; Harvey Keitel lo mira a William Hurt con música de Tom Waits de fondo- y, de la mano, “El regalo de los Reyes Magos” de O. Henry, las dos historias comparten el O. Henry ending. Previsible, la envidia -pecado capital que cultivo con pasión de jardinero- me azuzó a escribir algo sobre el tema; con el mismo efecto final de “El regalo de navidad”.

El problema era que fiesta y tema no me convocan; sí el desafío de emular a O’ Henry y Auster -que ya es tontería-. Como pasaríamos Navidad solos y en casa, el martes 24, a las cuatro de la tarde, sugerí a la bella ir al video club y alquilar Cigarros. Estuvo de acuerdo; recién entonces la anticipé mi proyecto de escritura y las razones de mi interés por Cigarros; “quizás ver la película, me dé alguna idea”.

Al regreso, frente al edificio vecino al nuestro, dos patrulleros de policía, un furgón, una ambulancia de gendarmería y un auto, con civiles que portaban cataduras y anteojos negros de “los servicios”; el conductor del auto, fuera del vehículo, hablaba con gendarmes. Metros más adelante, una mujer de bata médica le hablaba a una señora que sollozaba, con voz profesional decía algo así como: “trate de recordar todos los detalles”. Con el ostensivo disimulo que me caracteriza demoré el paso para seguir escuchando; los tirones de brazo de la bella, las miradas de un agente y la de bata médica -vislumbré, prendido en el bolsillo superior derecho de la bata, distintivo de su grado en gendarmería- iluminaron mi entendimiento y me hicieron ser comedido.

Ya en el ascensor, coincidimos en que se podría tratar de un caso de violencia de género. “Ya tenés el tema para tu cuento... mujer golpeada en vísperas de navidad”, sugirió la bella. Concordé, y añadí: pero con un final argento, qué tal el último punto del “Decálogo del perfecto cuentista”, que sé de memoria y recité: “cuenta como si el relato no tuviera interés más que para los protagonistas, del que podrías haber sido integrante”. Más por deseo de chusmear, le propuse bajar a comprar un helado para el postre. Al regreso, la señora, ahora sentada en un banquito, continuaba sollozando junto a bata médica.

Alrededor de las siete de la tarde me llamó por teléfono la viuda del 4° 18 y me preguntó si tenía idea de lo que había pasado; desde su ventana había visto la vereda llena de gente, patrulleros y vehículos de gendarmería. Comenté lo que sabíamos, pero no tenía la más mínima idea. Bajé, la señora, continuaba sollozando, ahora sentada en el cantero frente a nuestro edificio, bata médica la sostenía de una mano, a su lado, en una silla, una jovencita de unos 15 años, lloraba en silencio. En la vereda un par de motocicletas y dos jóvenes se abrazan sollozando. “Ha muerto mi tío, el papá de mi prima”, me dijo uno de ellos sin que le preguntara y señaló a la quinceañera. Metros más adelante, estacionado en doble fila, seguían el furgón y la ambulancia de gendarmería y los patrulleros. La puerta del edificio vecino, vallada con cintas. Gorras y uniformes verdes y azules entran y salen. Fin del misterio. Subí y anoticié por teléfono a la viuda del 4° 18.

El 24 y el 25 son días santos para los encargados de los edificios. El lunes 30, frustrado en mi intento del escribir un cuento navideño y el regusto de la sonrisa final de Harvey Keitel, con el fondo musical de Innocent When You Dream de Tom Waits, -Auggie- que lo mira a Paul Benjamin -el escritor que no podía escribir la historia de navidad, y al cual Auggie le acaba de inventar un relato-, salí a devolver Cigarros. En el ascensor recordé la frase final de Auggie, que aprendí de memoria porque bien podría figurar como mote si algún día resuelvo hacerme un ex libris: “Shit. If you can't share your secrets with your friends, what kind of friend are you?”.

En la puerta, Raúl, encargado del edificio donde vivía el muerto, como si me estuviera acechando, me saltó, ya que no a la yugular al oído: “¿Se enteró de lo que pasó el martes”; “sí, falleció un vecino”; “el del 2° B, se amasijó” -sonrió por O. Henry ending de su noticia-; “no me jodas” -fui consciente que empecé a tutearlo-; “en serio, era gendarme y hacía una semana que venía medio raro,  fijáte -no sé si fue consciente de que empezó a tutearme- que esa mañana saludó a otros vecinos del edificio diciéndoles ‘por si no nos volvemos a ver feliz navidad y año nuevo’, en la tarde la señora y la hija estaban preparando la cena en la cocina y escucharon un disparo en el dormitorio, fueron a ver qué pasaba, se había dado un balazo en la boca”; “¿en serio?, ¡puta madre!, qué manera de festejar navidad, el guacho podría haber elegido otro día”; “parece que andaba en matufias muy heavy, pero ya nos vamos a enterar que pasó, con la gendarmería no se jode”.

Vuelvo al décimo consejo de Horacio Quiroga que iluminó el comienzo de este relato, de alguna manera una variante del O. Henry ending. Pero seguía con mi historia inconclusa.

Y el fin de mi cuento de Navidad que no había podido escribir, lo tuve recién el lunes 30, cuando regresé de devolver Cigarros, vi a tres gendarmes, con guantes de goma y equipos, imaginé que para tomar impresiones digitales, dos de ellos retiraban los residuos del container de basura que está enfrente a nuestro edificio y clasificaban los desperdicios; el tercero tomaba fotos. Supuse que buscaban las huellas de un suicidio ocurrido cuatro días atrás, en vísperas de Navidad; en un container que había sido vaciado el miércoles 25.

Escribo estas líneas, recuerdo el comentario de Raúl, pienso que esta vez se equivocó -raro en un encargado de portería- y no nos enteraremos de las matufias muy heavy del muerto. Pero tuve un O. Henry ending, para mi cuento inconcluso.

Las matufias del suicidado, ya estaban más limpias que una patena.

 





Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.

Te gustó esta nota, compártela con tus amigos
ico_copada.gif ico_delicious.png ico_enchilame.gif ico_facebook.png ico_fresqui.gif ico_google.gif ico_meneame.gif ico_myspace.gif ico_technorati.png ico_twitter.gif ico_yahoo.png
Visitá otras notas de DaniloAlberoVergara
Chrome OUT
El himno porteño
Borges a escena
Premio engaño RapiPAgo o Pago fácil cuidado
Macri y el estacionamiento pago
Participar en sociedaccion tiene sus privilegios
 
Comentarios 0  
Enviá tu comentario
Para dejar tu comentario debes ser miembro de Sociedaccion.
 
Documento sin título
 
Documento sin título
 
 
 
 
Documento sin título
 
Nos contaron qué leen
Documento sin título
 
Documento sin título
Documento sin título
 
Documento sin título
 
Documento sin título
 
 
Documento sin título
 
 
 
Documento sin título
 
Publicar es gratis, sólo tienes que registrarte y escribir.