Cuanto tenía 6 ó 7 años -plena Guerra Fría- me aficioné a Selecciones del Reader's Digest; recuerdo la página “Citas citables”. Desde entonces, me aficioné a citas y proverbios -variantes de citas- y, entre las joyas de mi biblioteca está el inhallable Dictionary of Military Quotations de Trevor Royle. Pienso en la definición de Homo sapiens, entre otras que nos adjudicamos: Homo legens, Homo faber, Homo ludens, Homo pugnans; el hombre que cita.
Citar deriva del latín cito, verbo polisémico y polimorfo, de sentido más ambiguo que en español –entre otros: poner en movimiento; convocar; cantar; proclamar; provocar una pasión–. Así, el hombre que cita devendría -en mi latín macarrónico- Homo citans.
Homo citans, a su vez en su carácter polisémico contiene a los demás. Homo legens puede sintetizar lecturas en una cita, otro tanto con los demás. Pareciera que, en el paso por este valle de lágrimas, queremos resumir nuestra vida y obra en alguna cita; personalidades conscientes de que serán protagonistas de un suceso o aclamación tienen lista la suya y “espontánea”; así hizo Julio César con sus Alea jacta est y Veni vidi vici. O “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”, de Neil Armstrong.
A su vez, las citas se emparientan con proverbios y adagios, y pueden tener una que la retruque o contradiga -por lo general con mala leche-. Algunos oficiales de Patton y su edecán, en la campaña del norte de África, le acuñaron el mote “sangre y cojones” (blood and guts); que muchos de sus soldados retrucaban en voz baja “los cojones son los de él, pero la sangre es nuestra”.
En Adagios del poder y de la guerra y teoría del adagio, Erasmo de Rotterdam, observa que una de las características de adagios, dichos y proverbios es que pueden utilizarse con diferentes sentidos, así “tonel agujereado”, puede aplicarse a olvidadizos, inútiles o desagradecidos. También reflexiona cómo el cambio de una palabra, se adecua para adaptar el adagio “regalos de enemigos no son regalos” -basado en la sentencia Hostium munera non munera- puede cambiar en: regalos de pobres, aduladores o poetas. Es sabido que regalos de enemigos acarrean desgracias; esto nos remite al Canto II de Eneida, cuando Laocoonte, ante el caballo que los griegos han dejado de presente advierte: Timeo danaos et dona ferentes (Temo a los griegos incluso cuando nos traen regalos). Por eso, si pobres, aduladores o poetas dan algo, bien se puede pensar que son más intenciones de ganar voluntad o afecto. Erasmo concluye Adagios del poder… con una reseña de orígenes y evoluciones de muchos adagios, proverbios, sentencias, leyendas y moralejas.
Las últimas, suelen ser síntesis de cuentos o fábulas, tal el caso con que culmina la fábula de la Fontaine “L’ours et l'amateur de jardins” (El oso y el jardinero): Rien n’est si dangereux qu’un ignorant ami; / Mieux vaudrait un sage ennemi (Nada más peligroso que un amigo ignorante / mejor valdría un enemigo sabio). Vale la pena resumirla: un jardinero solitario se hace amigo de un oso, también solitario, pero lelo. El plantígrado lo sigue a todas partes espantándole mosquitos y moscas, una tarde cuando el jardinero duerme la siesta a la sombra de un árbol, un mosquito se posa en su nariz, ante sus intentos fallidos de ahuyentarlo, el oso toma un adoquín y lo estrella contra el mosquito, la nariz y el cráneo. De allí deriva la expresión “le pavé de l’ours” (el adoquín del oso); alude a quien, intentando ayudarnos nos provoca un daño. Los brasileños tienen un equivalente chusco: “fazer um favorzinho de merda”.
Tres siglos después de Erasmo, Lafcadio Hearn observa, en el prólogo de Gombo Zhébes (1895), su antología de proverbios en dialecto Creole de Haití, New Orleans, Martinica, Islas Mauricio y Trinidad: “Algunos de estos proverbios son ingeniosos y convocan sonrisas, otros parecen insípidos, enigmáticos o sin sentido. Por eso muchos dichos utilizados por los negros demandan, por su colorido o eficacia, de una explicación; tienen el poder camaleónico de cambiar de matiz y sentido de acuerdo a la suerte donde están ubicados. Los dichos de esta categoría son susceptibles, según las circunstancias, de numerosos empleos; el negro no tiene rivales en el arte de acudir a un mismo proverbio para diferentes situaciones”.
Luego de transitar las reflexiones de Erasmo de Rotterdam, interesante releer, en Gombo Zhébes, la evolución que hicieron los negros esclavos en dialecto Creole de un proverbio francés, adaptado a su realidad. El original dice “Il va chercher le baton pour se faire battre” (Él va a buscar el bastón para que lo golpeen), utilizado cuando, en una discusión, uno de los polemistas ofrece elementos para que su rival los utilice argumentando en su contra -“los cojones son los de él, pero la sangre es nuestra”-. En el caso de los esclavos de Lousiana lo volcaron al dialecto Creole dentro de su cosmovisión “Mo va pas preté vous baton pu cassé mo latete” (no te voy a prestar un garrote para que me rompas la cabeza), advertencia que cualquier discusión con el amo o capataz da argumentos para ser castigado.
Una leyenda atribuye al rey afortunado Polícrates una historia para recontar. Temeroso de perder su buena fortuna, el rey consultó a un adivino; este le aconsejó que, para conjurar su miedo, se deshiciera de un objeto valioso y muy apreciado. Polícrates optó por su anillo con una esmeralda y lo arrojó al mar. Días después, un pescador atrapó un pez de carne muy preciada. “Regalos de pobres no son regalos”, Erasmo dixit; el pescador obsequió el pez al rey. Al prepararlo, los cocineros encontraron en su vientre el anillo con la esmeralda.
Basado en la historia del anillo con la esmeralda, Machado de Assis escribió el cuento “O anel de Polícrates”. Xavier, comenta con un amigo la leyenda del rey afortunado y ven por la ventana a un hombre montando un caballo mañoso que se encabrita pero, con un golpe de espuelas, retoma el control. A propósito del incidente, Xavier concluye si: “la vida es como un caballo chúcaro, quien no es caballero debe parecerlo”. Días después, en otra conversación, Xavier repitió su reflexión. Semanas más tarde, es invitado a una fiesta donde el anfitrión celebra haber recibido el título de barón, un amigo le comenta que el título nobiliario le pareció extravagante, puesto que el nombrado barón, o caballero, no sabía montar, para concluir: “quien no es caballero debe parecerlo”. Días después, Xavier lee en un diario una nota de opinión: “el ministro ignora que la política, como la vida, es un caballo chúcaro, y si no es buen jinete debería parecerlo”. Por la noche va al teatro a ver un estreno. En un acto escucha al protagonista decirle a su dama “el amor es como un caballo chúcaro, quien no es buen jinete debe cuidar parecerlo”.
A veces, las citas pueden ser boomerangs y retornar a quien las arrojó.
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