Aunque los últimos años se pone el relieve el arte de provocación, la transgresión a normas o sistemas de índole política o religiosa, que han motivado incluso, situaciones de endeble respeto entre países, en la realidad del arte, en su justa definición, es provocación, es expresar lo indecible, lo que descontrolar lo establecido, ya sea como juego, ya sea como agresión, el arte es interpretación y precisamente los artistas plásticos hacen un culto de encontrar la forma de llegar a un impacto explosivo, en algunos casos negativos, pero como fuente de intención el arte es eso: ver de otra manera, a costa, incluso de provocar rechazo.
Hay una discusión sobre si el arte únicamente requiere la intención del artista o además necesita la afirmación del espectador, éste último en un rol crítico o de simple admiración.
Es una característica bastante aceptada que el arte es lo que dice el artista que es arte, discusión que se dio en la famosa exposición de Duchamps, en 1917, donde ubicó un mingitorio, le dio el nombre de fuente y con ese gesto de rebeldía, se generó una corriente de gran significación, el simple cambio de nombre, llamó al objeto “La fuente”, y fue una declaración, fuerte y clara, que el objeto, en otro contexto pasó a ser arte, sólo porque su autor dijo que lo era, con ello creó una interesante corriente artística readymade algo así como arte encontrado, y a partir de lo cual se genera una corriente artística interesante con objetos que algunos artistas recopila de la calle o la basura.
La artista plástica Silvia Albuixech, en la serie Retratos del tiempo expresa en parte, este sistema, objetos encontrados que son absorbidos por la naturaleza, partes de objetos, manubrios de bicicletas, extremos de guitarras, que también dan la sensación de cosa descartada por vejez, obsolescencia, es como observar el tiempo que ha pasado desde el objeto.
El recurso de enmascarar el gesto artístico en desacralización o profanación de creencias es un signo de los tiempos actuales, la controversia entre respeto y aspecto intocable está en puestas en escena, la provocación parece ser la contrapartida del arte, pero para los artistas es precisamente su sentido.
La necesidad de sacudirse las etiquetas o las imposiciones ha sido y será una aspiración de los artistas que no esperan acomodarse a las corrientes, sino crear nuevas; en un mundo donde la tecnología abre nuevas formas de expresión del arte, las formas de expresión se abren hacia temas que impone la agenda de actualidad, las problemáticas del mundo siempre han sido tema de los artistas y los más famosos han sido los que llegaron a conmover, tal el caso del Guernica de Picasso.
La tecnología ha permitido una interesante inversión en algunos aspectos de la comercialización del arte, antes, las exposiciones, eran una forma de llegar al público, en el medio, el curador, era un personaje que proponía, con su visión, una definición de lo que era válido exponer, el sesgo comercial, era, posiblemente un ítem importante, y la comparación de la obra en moldes ya articulados por el mundo artístico; ese sistema está en tensión con la facilidad y comodidad de armar galerías personales, sitios con exposiciones en donde los artistas autogestionan sus obras, y a su vez, pueden llegar a formar un interesante exposición que a su vez puede interesar a los mismos curadores.
La facilidad para llegar al espectador también deja librado a motivaciones personales la intención de la provocación, lo que genera a su vez, nuevas controversias sobre la discusión artística.
En arte nunca está todo dicho, la discusión que abierta.