Literatura, relatos, crítica literaria, literatura latinoamericana
Alguna vez, el mismo Borges cayó en esta categoría, aunque hoy, resulte impensable. Con el descubrimiento de Borges, aparecieron escritores que el gran público poco tenía en cuenta, aunque contaran con seguidores fieles, que los recomendaban, lo que dejaba al azar de la confianza en opiniones privadas el permanecer con textos que quizás, ya no se consiguen en bibliotecas invisibles.
La literatura sufre estos reveses, habrá pasado por siglos, escritores que no conocemos habrán quedado en el olvido, y tal vez, con ellos, la desaparición textos importantes.
Con esta idea, reflotar escritores poco conocidos que circulan entre lecturas secretas, es casi una obligación.
Cuando intento hacer una lista, me doy cuenta que es una lista precaria, se acota en aquellos a los que he accedido por el mérito de la casualidad o la recomendación precaria de algún que otro seguidor, lo que deja mi lista al pobre alcance que se puede acceder en unos pocos encuentros, a lo largo de la vida útil de una lectora como yo.
Sin embargo, es una lista, si nunca se comienza, nunca podrá ampliarse.
A Macedonio Fernandez, por mucho tiempo en esta lista, no lo considero ya, parte de ella, ya tiene un gran espacio entre adeptos que se encargan de difundir su obra, de recomendarla de armar literatura con derivaciones interesantes, como “Macedonio: Para empezar aplaudiendo”, de Liliana Heer, u otros.
En mi lista hay más desconocidos que otra cosa.
Quise comenzar con Ramiro Quintana, un perro verde en las letras, autor de El Intervalo, Los trabajadores del frío, ritmo vegetativo. Este escritor parece haber tomado todos los consejos para no acometer la escritura, transgredir ese mandato y generar un texto rico en expresiones que son como una canción. No dejo de recomendarlo, y no puedo dejar de citar el comienzo de Ritmo vegetativo: “Desde el noctívago tren, mientras tersan, a oscuras, el mapa, advierten, a una velocidad no mayor a los 50 km or hora, un paso fronterizo con su grieta sibila. Pestífero, el tren, traqueteando sobre las vías nervudas, avanza, en forma de bucle, como un verme anchuroso.”
No sé ustedes, pero al menos yo, con semejante comienzo, no pude dejar de seguir y seguir.
En su momento, este autor fue comentado en diversos medios, incluyendo La Nación, pero no conozco otro texto que haya publicado que los tres que nombré.
Como podrán percibir hay una prosa rebelde que se sacude los mandatos en referencia a metáforas o adjetivos, de hecho, la prosa que algunos llaman “natural” y que para mí no sólo es enigmática definición, sino que precaria también, hace su propia revolución con el vocabulario, tejiendo un texto rico en imágenes y apelando al impacto en todos los sentidos, el olor, el oído. Ramiro Quintana desata una lujuria en el lenguaje, con una intensidad poco habitual en la literatura contemporánea, sobre todo cuando los escritores jóvenes tiene de padre al gran maestro de la palabra escueta, Jorge Luis Borges; Ramiro Quintana, además de soltar las palabras, produce un caos de grafía gramatical, convirtiendo los signos en meras señales para conducir las palabras sin atajo ni contención.
No contengo las ganas de seguir citándolo, el capítulo 6, del mismo libro, comienza así: “Los bulbos pilosos, de sol a sol, produjeron, con certinidad, un trabajo, en su prosecución, opimo. Las vedejas, como penachos con meduseos, cubrieron los cueros cabelludos.”
Demás está decir que es un libro que requiere el uso de la RAE, lo cual, estimo, es de gran placer para cualquier escritor, por lo menos en mi caso, un libro que me propone un lenguaje que enriquece mi diccionario personal, es como un nirvana.
Si hay formas de interpretar palabras, es un buen momento para usarlo, pero, también es interesante cotejarlos con el diccionario, al leer esta novela, tuve que recurrir al diccionario, que a su vez generó una discusión interior sobre la elección palabras y formas de frases.
Opimo, es fértil; vedejas, cabellera larga; meduseo: perteneciente a medusa. A veces parecen inventos, neologismos, pero están en el diccionario, son palabras sonoras, inquietantes; un lujo.
Imagino, cuando leo a Ramiro Quintana, que retrocedo su camino de escritura, que él también estaba con el diccionario y que yo sólo voy retornando, lo que se llama reingeniería inversa, sin embargo, yo tengo un sólo camino que desandar, él puede crear todos los que quiere.
No sé por qué se encuentra una con los libros, algunos dicen que son los libros los que nos encuentran a nosotros, tal vez sea así, pero también hay un mensaje, cuando un libro que nos encontré, dejó una huella tan importante que una desea compartirlo.
Ojalá les haya creado la inquietud y deseen leer a este autor, cuya complejidad escritural no es otra cosa que un placer distinto, novedoso, lúdico.
Sé, por conversaciones con determinados referentes literarios, que Ramiro Quintana tiene sus lectores para los que es un escritor de culto, no será una celebridad, pero sin duda es de los que está destinado a permanecer, aunque más no sea entre lectores como una.