Quizás exista una teoría de los imperceptible, que es  lo que no podemos percibir, ya sea con nuestros  sentidos o amplificados a través de la aparatología inventada por la ciencia: lupas, sensores, microscopios, telescopios, detectores de partículas, membranas, computadoras. La teoría del conocimiento se ha ocupado del tema con resultados diversos. La cuestión se complica cuando nos referimos a lo existente o inexistente. Pues lo que no percibimos de manera directa o a través de aparatos es declarado vulgarmente como inexistente. Sin embargo hoy resulta obvio que el universo de objetos imperceptibles es infinitamente más grande que el  de los perceptibles. Con un limitado número de objetos que declaramos existentes construimos lo que  llamamos realidad, mundo.

Lo desconocido, lo imperceptible, existe pero debe aún ser descubierto. En cambio lo inexistente es un juicio de valor por el cual declaramos que algo jamás se podrá descubrir, en el presente ni en el futuro.

Quién tiene autoridad para distinguir de antemano entre lo que existe y lo que no existe. Entre lo que creemos que existe y lo que existirá en el futuro.

Sergio Levit es un escritor argentino que existe y no existe al mismo tiempo, ese es el problema por el cual los estoy involucrando en esta reflexión china; él está sin estar,  existe porque todas las mañanas  sale a su pequeño balcón en el centro porteño, incluso en invierno  y  toma mate mirando el cielo. Existe porque luego se queda dos o tres horas en la sala leyendo y escribiendo textos en paños menores, eso desde hace varias décadas. Sin embargo se declara como un escritor secreto.

Los secretos son  hechos que los demás, partícipes de una situación ignoran debido a la voluntad de alguien por ocultar lo sucedido. Esto resulta interesante, pues hay cosas inexistentes, imperceptibles por voluntad de alguien o algunos. Las versiones de la historia contadas por los vencedores suelen estar plagadas de afirmaciones sobre hechos que no existieron, excluyendo del  relato otros que si sucedieron. El holocausto jamás hubiese existido históricamente de haber ganado Alemania la segunda guerra. Los historiadores y publicistas se hubiesen encargado de hacerlo desaparecer.

Sergio Levit, periodista y escritor no necesita ser salvado, ni reivindicado, mucho menos publicitado… como podría ser publicitado un escritor secreto. Y si lo traigo a cuento es porque en su última nouvelle, cuento largo, novela corta dice cosas que merecen ser compartidas. Se titula “Años de abrir y cerrar”.

Algunas frases mágicas del texto:

“Leí que la lentitud es belleza. El miedo es una materia opaca de la que está hecha la convivencia. Estamos hechos de ansiedad y deseos. En algunos momentos el mundo es una sinfonía suave. Pero la mayoría de los días suena como una orquesta desafinada.

Probablemente la realidad sea un secreto.

Lo hicimos. De una manera extraña, torpe, sin  gracia. Pocos besos y pocas caricias. Mucho silencio. A mí me gustan los besos. Pero el amor es un misterio que le importa solo a dos, pensé antes de quedarme dormido”.

”Ni lavar, ni planchar, a la calle a luchar”

El personaje en su viaje a Bolivia se involucra con Rita, también con Adela, impactado  por  el clima y la altura, la comida y los rudimentarios medios de transporte; habla con las paredes, alucina, reflexiona  y aprende el antiguo ejercicio espiritual Aymara de estar sin estar. Una habilidad de los aymara que les permitió durante siglos soportar la brutalidad de la vida bajo el poder de los conquistadores. Concepto por el cual una persona puede estar físicamente sin estar presente en espíritu. Estar sin estar, existir en un sitio distante al del  cuerpo.

Luego una cita extraordinaria de Mircea Eliade: “Lo sagrado no es una etapa de la historia de la conciencia, sino un elemento de la estructura de la misma conciencia” – La prueba del  laberinto -

Sergio Levit, periodista público y escritor secreto ha editado: árbol  de incertidumbre, Secano de Estirpe Humana, Las Bodas bárbaras y Hechos Modestos.
Logré conseguir a través de un investigador privado su dirección y un ejemplar. Le dejé una tarjeta por debajo de la puerta que decía:  Este texto es una bocanada de aire fresco y puro que le regalás a los demás. La belleza es lenta, pero su captación suele ser instantánea, inmediata e irremediable.