Aseguró el neón que opacaría con su brillo simpar al ocaso
el cielo lo miró callado y humilde mientras se ruborizaba,
añadió un ramo fresco de margaritas a los bordes del horizonte
sin presumir colocó un festín de chocolates en el agua
se abrió para refrescar al hombre y a los muchachos
y la lámpara inocente en su ignorancia no supo ver la tarde.
© Alfredo Cedeño
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